‘Dune: Parte Dos’ - Lo que el cine merece

Esto no es un artículo. Es un aviso.

Chani (Zendaya) & Paul Atreides (Timothée Chalamet): los protagonistas de la película que más nominaciones tendrá en los premios Óscar del 2025.

El público más casual se ha vuelto sumamente reticente a hacer el viaje a la sala para ese rito —que tantos consideramos religioso— en el que las luces se apagan y la gente pacta permanecer en silencio para respetar una obra que ha tardado meses y/o años para mostrarse ante nuestros ojos durante un breve rato. Ahora lo que verdaderamente importa es amortizar la entrada: que la película sea larga, espectacular, aparentemente buena (opcional), con un diseño y mezcla de sonido apabullantes, una escala visual que acredite la gran pantalla, y que vaya a tardar en llegar a streaming, porque si no… Entre siete y quince euros de entrada duelen. Es por eso que me complace anunciar que hoy ha llegado el día de la audiencia promedio; del espectador soberano.

Independientemente de que la situación anteriormente descrita sea más o menos satisfactoria, preocupante o triste, lo que sí es innegable es que la reunión de todos estos elementos (si el opcional está incluido) es un torbellino perfecto, se mire por donde se mire. La taquilla respira y tanto los preocupados por el Séptimo arte como los espectadores casuales disfrutamos de un Evento con mayúsculas. Cuando la calidad técnica y artística de un blockbuster consiguen hablarse de tú a tú y el director llega a impregnar personalidad, ahí es cuando conseguimos un clásico: ‘Aliens’, ‘Terminator 2’, ‘Blade Runner’, etc. Y es que ‘Dune’ se consagra con esta segunda entrega como ‘El señor de los anillos’ espacial. De hecho (si me preguntan) deja tanto a esta como a ‘Star Wars’ a la altura del betún. Pero quizás aún no estamos listos para esa conversación.

‘Dune: Parte Dos’ es una película mesías. Viene para marcar el camino. Para liderar. Para enseñar a Hollywood cómo pueden aspirar a tocar techo. No es que haya llevado al cine en sí mismo a su límite en cuanto a potencial se refiere, pero sí que ha exprimido en su máxima capacidad cuan lejos puede llegar un blockbuster. Como siempre digo… dejando a los autores realmente apasionados, talentosos y trabajadores realizar su cometido, su llamada. Confiando en el criterio de los guionistas, directores de fotografía, sonidistas, diseñadores de producción, compositores, montadores, artistas de VFX, etc. Pero sobre todo, en el director: el consagrado Denis Villeneuve. Un tipo tan talentoso como se pinta a Christopher Nolan (el falso profeta del mainstream) en las conversaciones de sobremesa de la gente sin conocimiento de causa. Un tipo que no ha conocido más altibajo en su carrera que la taquilla de ‘Blade Runner 2049’ y que es capaz de hacer una obra maestra absoluta sin alma, o al menos, sin aparente corazón. Dejen que les explique.

Los coreografías también son dignas a aspirar a la tan exigida categoría de “best stunts” a los premios de la industria cinematográfica. Poco a poco el género de acción se gana el respeto que merece gracias a la divulgación en línea.

La magnitud de la cinta, como ya se viene comentando, es constantemente superlativa. Un ejercicio brillante (y sin casi precedentes) de intensidad máxima prolongada en una historia más bien lenta y tranquila, donde no pasa tanto, pero todo se subraya mediante unas imágenes con las que cada fotograma es una obra de arte maestra en sí misma, y mediante un apartado sonoro que ya ha ganado el Óscar aun faltando un año para que le den su premio, pues va a ser la nueva referencia de las superproducciones. Es una trama sumamente impersonal, que nos succiona por interés en su complejo mundo y sus conflictos geopolíticos, pero también por los conflictos internos que solo podemos adivinar, pues no sabemos cuando alguien cree, deja de creer o simplemente estaba actuando con fines estratégicos. Villeneuve sabe jugar mejor que nadie con la tensión de ver si alguien es verdaderamente “el elegido” o no. Lo que ocurre cuando seguimos ese camino es que no quedamos realmente atados a nadie, y entiendo que eso puede ir en detrimento de la experiencia de mucha gente. Les cuento desde ya que no es mi caso en absoluto. Valoro enormemente que en una producción de esta escala la procesión vaya por dentro. No hay ninguna norma que diga que no puedes enfocarlo así, y agradezco la ruptura con el paradigma de tener muy claro que es lo que quiere conseguir el protagonista.

Leo la película como si de un ensayo se tratase, no por la historia o los personajes, sino por los hallazgos, el conocimiento y las reflexiones (aun estando lejos de ser sesuda). Con fascinación, no emoción. Como estudioso y apasionado de la forma cinematográfica. El contenido no me importa tanto. No necesito cercanía, sino el gran plano general de este vasto y enormemente creativo mundo de Frank Herbert, bajo la reimaginación del singular director que se enamoró a sus trece años de la materia prima. Aun así, ante la falta de personalidad de Paul Atreides, Timothée Chalamet defiende grandiosamente su parte, generando expectativas sobre nominaciones a los premios que ustedes ya saben, que si bien no comparto, no me disgustaría verle por ahí. Me resulta mucho más estimulante intentar leerle en un trabajo tan contenido, representando el peso del mundo que se cierne sobre los hombros de un joven que no sabe cómo soportarlo. Al final del día, la distancia entre la audiencia y los personajes se recorta con la inteligente trampa de contar con uno de los repartos más descomunales (como todo en ‘Dune)’ de los últimos tiempos: Zendaya, Rebecca Ferguson, Austin Butler, Javier Bardem, Josh Brolin, Florence Pugh, Stellan Skarsgård, Christopher Walken, Dave Bautista, Léa Seydoux y Anya Taylor-Joy.

Un cast a la altura la novela de ciencia ficción más importante jamás concebida.

Hasta aquí, nada baja para mí la calificación del filme. Hasta aquí. Porque siendo objetivo, y pese a que a mi propio entusiasmo le duela, hay un par de cuestiones que la alejan de ser un diez redondo, aun sin dejar de ser la obra maestra absoluta que afirmo (sepan ustedes que distingo entre “obra maestra” y “obra maestra absoluta”). Estos aspectos tienen que ver con no mostrar suficiente (pese a su escandalosa duración). Cuando estamos bien adentrados en el metraje, ocurre una tragedia importantísima para el pueblo de los Fremen, pero nunca les vemos llorarla o sufrirla, pese a sí hacerlo con otras mucho más intrascendentes. Luego, Paul cambia de opinión demasiado rápido entre una escena y otra solamente por una secuencia onírica (no demasiado conseguida) donde recuerda diálogos convenientes en lugar de utilizar fundamentos/acontecimientos sólidos de guion. También está el problema de las palabras:

Muchas veces se siente que la película consiste en decir nombres incomprensibles de la forma más importante posible para que todo sea épico y profético, pero solo están perdiendo el tiempo diciendo nombres raros. Por no hablar de que se pasan toda la película señalando lo inhabitable que es el sur de Arrakis, y lo difícil que va a ser llegar hasta allí, pero luego nos vemos prácticamente teletransportados hasta allí sin verdaderamente ver ninguna complicación. La frustración se genera por hablar demasiado. Sin esas conversaciones previas, no me hubiese mosqueado por ver que los personajes caminan por el sur de Arrakis como Pedro por su casa. Aun con todo, les aseguro que todo esto son simples nimiedades que cito porque una crítica de una película perfecta es sumamente aburrida. Decir que todos los departamentos están soberbios solo cuesta media línea. Los análisis van a ser lo interesante.

Mientras tanto, el aviso que quería hacerles es que si ustedes no comparten mi entusiasmo después de su visionado, posiblemente se deba a que no hayamos visto la misma película. Ver la primera parte en casa es un crimen. Y ver cualquiera de las dos en un cine convencional, tampoco les hace ningún favor. Se perderán ustedes casi la mitad de la película, y no hablo de metraje, sino de imagen. No tendrán ustedes perdón de Dios si viven en Madrid, Barcelona o Mallorca y no visionan la película en su máximo audiovisual: las insuperables salas IMAX. Ahí es donde realmente uno se da cuenta de que está ante algo superior a la vida misma. Una experiencia sensorial que ataca a todo tu organismo.

No me cabe duda de que esta obra terminará siendo reconocida como patrimonio del cine (quizás suene demasiado serio, pero hasta ‘Shrek’ lo es para muchos especialistas), por lo que quería romper una lanza a favor de ver el cine en su lugar. No en las salas. Sino en las mejores salas para cada película. Infravaloramos mucho toda la labor de los blockbusters. Tener dinero no significa necesariamente que sea más fácil. Miles y miles de personas se dejan la vida, durante meses, años, sudando en el desierto, llorando, con ataques de ansiedad, pensando que no están haciéndolo lo suficientemente bien, distanciándose de su familia y amigos, con ganas de abandonar constantes… Pero tienen una pasión, y cumplen con todo lo que les cabe con tal de entretenernos dos o tres horas. Tengan respeto. Los creadores nos valoran mucho más de lo que les valoramos a ellos. Hay formas mucho más fáciles de ganar dinero que hacer cine. Quienes están aquí, están por vocación y trabajan para usted y para mí. Aprovechen haber coincidido en el espacio y en el tiempo con la historia cinematográfica. Si se siguen adaptando los libros… Podríamos estar ante algo sin apenas precedentes. No todos los días una mente brillante se sale con la suya y le dejan hacer cine de autor para masas. Un azar superior a una posibilidad entre un billón nos ha concedido este obsequio. Brindemos para que siga siendo así.

Valoración final: 9'5 /10

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Valoración final: 9'5 /10 ---

Si los deseos fueran peces,
todos arrojaríamos nuestras redes.
— Dune, Frank Herbert.
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