A propósito de Fatty Arbuckle

Entrados en los felices años veinte, del siglo pasado (según parece los nuestros no lo serán tanto), Roscoe Arbuckle, con apenas treintaitrés años, alcanzaba el cénit de su carrera. Con más de ciento cincuenta títulos como actor y otro centenar como director y guionista, Fatty, apodo, eso sí, tal vez poco sutil, era una de las figuras más célebres del cine mudo hollywoodense. En su haber, por ejemplo, el mérito de haber descubierto a Buster Keaton, a quien le daría su primer papel en el cortometraje The Butcher Boy (1917) y con quien mantendría una calurosa amistad hasta el final de sus días. Y, ante todo, un talento envidiable para la pantomima. Pese a su semblante, que no utilizó nunca como motivo cómico, gozaba de una sorprendente agilidad, que ponía al servicio de elaborados gags visuales, persecuciones y enredos propios del slapstick. Su pieza insignia, tremendamente celebrada por crítica y público, consistía en arrojarse un pastel a la cara, lo que es de suponer, hace cien años, resultaba un alarde de innovación hilarante. 

Roscoe 'Fatty' Arbuckle en Brewster's Millions (1921)

Era tal su éxito, tan solo comparable al de Chaplin ―con quien había ejercido de mentor―, que, un mal día del verano de 1921, con su película Crazy to Marry (1921) proyectándose en todos los teatros del país, Paramount Pictures decidió extenderle un nuevo contrato millonario sin precedentes.

No hay nada como una fiesta, y si acabas de convertirte en la persona mejor pagada de la ciudad de las estrellas (y del resto de ciudades, con o sin estrellas), sobran los motivos para saltarse la ley seca y reunir un número respetable de litros de licor y algunas drogas en la habitación de un hotel. El domingo 4 de septiembre de 1921, cuando Arbuckle conducía, junto a sus dos amigos, Lowell Sherman y Fred Fishback, hacia el hotel Westin St Francis de San Francisco, donde aguardaban tres habitaciones contiguas perfectamente aclimatadas, debió pensar que las quemaduras de segundo grado que padecía en las dos nalgas, fruto de un desafortunado y cómico accidente que había sufrido unos días antes ―al sentarse en un trapo cubierto de ácido mientras reparaba uno de sus coches―, y que apunto estuvo de convencerle de cancelar el viaje, era lo peor que le tenía preparado el destino. Pero se equivocaba. Y, Fishback, que había tenido a bien en organizar un festín a la altura de las circunstancias, no estaba dispuesto a que Fatty lo aguara. 

Antes de seguir, os dejo parte de un cortometraje (el metraje que se conserva), The Garage (1920), en el que podéis ver el dúo de Keaton-Fatty. Además es uno de los pocos en los que Buster sonríe (poco, eso sí).  


El 5 de septiembre, recién iniciada la semana más problemática de su vida, y todavía en pijama, Rosocoe descubrió en su habitación a las primeras invitadas a la fiesta cuya organización se le acabaría atribuyendo. Entre ellas destacaba Virginia Rappe, una modelo, diseñadora y actriz (en papeles pequeños) de una belleza sinigual, habitual en las fiestas de la farándula. Con ella iba su amiga Maudes Delmont, que interpretaba siempre el mismo papel de chantajista, sin cámaras ni gags elaborados. La música, el alcohol, las drogas y el sexo no tardaron en colmar las portadas de la incipiente prensa amarilla, controlada por William Randolph Hearst (quien más adelante diría que aquel incidente vendió más periódicos que el hundimiento del Lusitania) y su afán reticente hacia relatar la verdad. El 9 de septiembre, a sus veinticinco años, Virginia Rappe falleció en la habitación de un hospital ―que se dió especial prisa en incinerar el cuerpo― con heridas graves en la vejiga, que parecían apuntar a una violación.

Según la versión de Delmont (quien no pudo testificar nunca en los juicios por su sonado historial criminal de fraude y extorsión), después de alertarse por un grito de la actriz proveniente de la habitación de Fatty, presenció cómo, gimiendo de dolor, Rappe inculpaba de su estado a Arbuckle. El cómico, seguro de su inocencia, se entregó en silencio y durmió tres semanas en la cárcel. Mientras sus abogados trataban desesperadamente de salvar al barco del catastrófico hundimiento, las fotos tomadas por la policía, muy lejanas al aspecto simpático de Fatty en sus cortos, se difundían por todo el país, acompañadas de caricaturas y viñetas que minarían su reputación para siempre. 

"ARBUCKLE SE ENFRENTA A LA HORCA".

Roscoe alegó no haber estado nunca a solas con Rappe y que, tras beber unas copas, esta empezó a ponerse enferma. Y él, junto a otros invitados, acudieron en su auxilio, reservándole una habitación. Nada evitó que fuera incriminado por homicidio involuntario. Lo que el fiscal de San Francisco, Matthew Brady, vió como una oportunidad de oro para empezar en política. Sin embargo, su principal testigo, Delmont, resultó inconsistente. Además de alterar continuamente su declaración, pasando de ser íntima amiga de Virginia a haberla conocido unos días antes, encontraron un telegrama que había enviado a sus abogados con el mensaje “Tenemos a Roscoe Arbuckle en un hoyo, una oportunidad para sacarle dinero”. Nada era ya suficiente para que la prensa cuestionara la palabra de Delmont y la tinta seguía corriendo. 

Tras tres juicios (los dos primeros nulos), en los que se demostró que la autopsia no mostraba señales de violencia, en marzo de 1922 Arbuckle, al borde de la ruina, pese a que se había resistido a hacerlo por respeto a la memoria de Virginia, permitió testificar a conocidos de la actriz. La describieron como promiscua y alcohólica y aseguraron había sufrido numerosos abortos (práctica ilegal hasta 1970) que minaron fuertemente su salud.  

Pese a que el 12 de abril de 1922 fue declarado inocente, con un veredicto escalofriante, en el que se asegura que no tuvo nada que ver con lo sucedido y que había sido víctima de una persecución injusta, el juicio mediático tenía otra sentencia firmada. Sus películas fueron censuradas, los negativos desechados (actualmente la mayoría de su obra solo se conserva en idiomas extranjeros) y su nombre mancillado para siempre. Sus amigos Keaton y Chaplin, que le consideraban un hombre de una bondad inconmensurable, le defendieron públicamente, desobedeciendo las órdenes del estudio, pero ya era demasiado tarde. Su nombre quedaría para siempre asociado a la fatídica muerte de Rappe. Y su imagen en las retinas del público ya no era la de un cómico, sino la de un violador. Poco importaba el resto, incluyendo la verdad. Siguió trabajando bajo el seudónimo de William Goodrich, apoyado por sus compañeros aún leales, mientras se hundía poco a poco en el alcoholismo, sucediendo un divorcio tras otro. 

Arbuckle en 1930

El tiempo había hecho su trabajo y diez años después, volvió a usar su nombre para seis cortometrajes de la Warner (los únicos en los que queda registro de su voz), los cuatro primeros muy exitosos en América, pese a que en Reino Unido (recordando solo el mito de lo sucedido) se negaran a proyectarlos. El 28 de junio de 1933, el mismo día que rodó los dos últimos, la productora le extendió un contrato para protagonizar un largometraje. Horas más tarde, en una fiesta para celebrar su vuelta a la pantalla y el aniversario de su último matrimonio, afirmó que era el mejor día su vida. Aquella misma noche sufrió un infarto de miocardio letal. Tenía cuarenta y seis años. Buster Keaton diría que su amigo murió porque le habían roto el corazón. 

Consecuencia de aquellos años de censura en los que el celuloide ardía con facilidad, la mayor parte de su obra está ahora perdida y la otra parte perdida solo en la práctica. Su nombre, siempre por debajo del de Chaplin, Keaton o Harold Lloyd, se recuerda vagamente, más por el escándalo que por su obra. Aunque recientemente se hayan hecho algunos esfuerzos por recuperar parte de sus cortos, sobre todo en los que aparece junto a sus colegas, ahora leyendas. En Reino Unido les bastó con diez años para olvidar el juicio en el que se le exculpo y asimilar como cierto el mediático. Y cien años después, en la mayoría de libros de texto, Fatty es solo el actor al que acusaron de violación. 

Las comparaciones, además de ser odiosas, se hacen solas. 

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