¡Salva al gato! y los diez tipos de películas.

Con motivos del día del libro (Sant Jordi, si tienen además la costumbre de regalar rosas), me he propuesto iniciar una saga de artículos ―con la intención consciente de alargar las secuelas y ahorrarme tener que pensar en nuevas ideas― en los que repasaré algunos de mis libros favoritos sobre cinematografía, destacando algunos de sus puntos principales. Desde ensayos históricos, sobre guion (haciendo un especial esfuerzo para no tildarlo) o narrativa audiovisual a biografías de directores y otras figuras del mundo del cine, pasando por libros de aforismos. Todo, en definitiva, que verse sobre el séptimo arte y esté impreso en papel (o tinta digital). 

Fotograma de Cheque en blanco (1994), escrita por Blake Snyder y Colby Carr.

Acabados los preliminares, inicio comentando mi última lectura. Escrito por Blake Snyder, conocido por el guion de Cheque en blanco (Blank Check, 1994) ―entre otros trabajos para la Disney― o la comedia ¡Alto!, o mi madre dispara (Stop! Or My Mom Will Shoot, 1992) y por haberle vendido a Steven Spielberg un guion titulado Nuclear Family por 700.000 dólares (él dice que por un millón), que, como sus otras ventas millonarias, nunca llegaría a rodarse, ¡Salva al gato! es, como habrán podido deducir, un ensayo sobre guion. 

Como el resto de bestsellers sobre la materia , aunque Snyder hace un especial hincapié en negarlo en la introducción, inspira una especial desconfianza que el titular del libro apenas acumule dos títulos en IMDB y ninguno de especial relevancia. Sin embargo, el escritor de este libro publicado en 2003, que daría lugar a dos continuaciones, ¡Salva al gato! Va al cine (2007) y Save the Cat! Strikes Back: More Trouble for Screenwriters to Get Into... and Out of (2009), tiene un perfil mucho más respetable pese a su corta filmografía. Antes de morir en 2009 por una embolia pulmonar, lo que acabaría irremediablemente con su carrera, Blake Snyder se dedicaba también a asesorar a estudios de la altura de Disney, Dreamworks, Nelvana o Laika, siendo, en realidad, uno de los guionistas con más renombre de Hollywood. Y, por si esto no fuera motivo suficiente para diferenciarlo de sus colegas, que van de seminario en seminario cobrando cantidades ingestas de dinero ―citando al propio Snyder (2003), con libros que "a menudo sirven más al autor que al lector" (p. 17)―, este además resulta de utilidad práctica y no se limita a filosofar sobre conceptos que a la hora de sentarse a escribir son más bien inútiles. 

Fotograma de Los increíbles (2004), en el que Mr. Increíoble salva a un gato.

Entre muchas otras ideas brillantes sobre estructura y trucos para arreglar vuestros manuscritos, que os animo a descubrir en el libro, Snyder afirma que solo existen diez tipos de películas, separándolas de los géneros tradicionales que se enseñan en los libros de texto sin demasiada coherencia. Les será más o menos fácil situar en una de estas categorías a cualquier película que tengan en mente (siempre y cuando no os paséis de listos). A continuación paso a enumerarlas, parafraseando siempre a Blake Edwards, y dando algún ejemplo propio para que os sea más sencillo encontrar referencias. 

1. Un monstruo en casa


Este caso sea probablemente el más sencillo de entender. Piensen en cualquier película, por lo general de tipo fantástico, aunque como bien señala Snyder hay excepciones (véase Atracción Fatal, 1987), en la que un monstruo, ya sea una criatura diabólica o Glenn Close, aterroriza a una casa, un pueblo, una isla (o cualquier otro lugar del que no se pueda escapar). Además, es imprescindible que los protagonistas hayan cometido un pecado (a su elección), que servirá al monstruo como excusa para aniquilarles o perdonarles la vida, si se redimen. Aquí podemos albergar a cintas como El exorcista (1973), Scream (1996) o La bruja (2015).

Fotograma de Scream (1996), dirigida por Wes Craven.

2. El vellocino de oro


Cogiendo el nombre Snyder del mito de Jasón y los argonautas, apunta en esta categoría a todas las películas de viajes. Aquellas en las que un protagonista inicia una aventura en busca de algo, para acabar encontrándose a sí mismo, de tal modo que los episodios que se sucedan no tendrán nunca tanta importancia como la evolución que vaya sufriendo el personaje a través de ellos. Enmarcamos en el mismo caso a Regreso al futuro (1985), La odisea de Homero, cualquier road movie, la mayoría de películas de atracos o el último éxito de Pixar ,Onward (2020)

Michael J. Fox and Lea Thompson in Back to the Future (1985)
Fotograma de Regreso al futuro (1985), dirigida por Robert Zemeckis. 

3. La lámpara maravillosa


Como el propio nombre indica, ¿a quién no le gustaría que se le apareciera un genio y le concediera su mayor deseo? Ya sea dinero, como sucede en la película de Snyder Cheque en blanco (1994) o amor (véase, Poción de amor nº 9, 1992). Aquí entran todos los films en los que un personaje desea tener algo y, ya sea por intervención divina o una casualidad ridícula, se le concede. Sin embargo, el hechizo no dura para siempre y al final el protagonista debe entender que aquello con lo que soñaba no era lo más importante y es mejor ser una persona corriente (como el espectador). El reverso a esta estructura es igualmente funcional. Un personaje que se comporta de manera odiosa recibe una maldición que le hace redimirse y ser mejor persona. Piensen, por ejemplo, en Atrapado en el tiempo (o El día de la marmota, que es como debería haberse llamado, 1993). 

Bill Murray and Andie MacDowell in Groundhog Day (1993)
Fotograma de Atrapado en el tiempo (1993), dirigida por Harold Ramis.

4. Un tipo con un problema


Estas historias, como habrán podido deducir, se basan sencillamente en un personaje, cuanto más corriente y, por tanto, similar al espectador, mejor, que se ve obligado a enfrentarse a un problema, cuanto más gordo y catastrófico mejor. Bajo esta premisa, podemos decir que La lista de Schindler (1993), donde un hombre se ve enfrentado al problema de ver cómo arrestan a sus amigos judíos, o Aterriza como puedas (1980), en la que un piloto con miedo a volar se ve obligado a aterrizar un avión, son exactamente la misma película. 

Liam Neeson, Olaf Lubaszenko, and Anna Mucha in Schindler's List (1993)
Fotograma de La lista de Schindler (1993), dirigida por Steven Spielberg.

5. Ritos de iniciación


Citando aquí textualmente a Snyder (2003) "Se trata de cuentos de dolor y tormento, pero habitualmente causado por una fuerza externa: la vida" (p. 61). Ya sea en clave cómica o dramática, incluimos aquí a todas las cintas que narran  algún tipo de transición vital, desde una coming-of-age a una película sobre una ruptura sentimental. Aquí el conflicto es inevitable, intrínseco al personaje que lo padece, y su superación pasa solo por aceptarlo. Pensemos en películas como (500) Days of Summer (2009) o  Las ventajas de ser un marginado (2012)

(500) Days of Summer (2009)
Fotograma de (500) Days of Summer (2009), dirigida por Marc Webb.

6. Amor de colegas


Desde Don Quijote a Buscando a Nemo (2003), todas las películas que estén protagonizadas por dos amigos (buddy films), entran dentro de este apartado. Siempre debe aparecer la misma estructura, al principio estos dos amigos no se llevan demasiado bien y hacia el final se produce una separación, en la que se dan cuenta de que no pueden vivir el uno sin el otro. Y si esto les suena a película romántica, es por qué es exactamente lo que son. En el fondo, cintas como Dos hombre y un destino (1969) son películas románticas en cubiertas y siguen el mismo patrón que La fiera de mi niña (1938), por ejemplo. 

Fotograma de La fiera de mi niña (1938), dirigida por Howard Hawks.

7. ¿Por qué lo hizo?


Pocas veces importa tanto el quién como el porqué. Y de eso tratan este tipo de cintas. En general, cualquier película de detectives, en las que, paradójicamente, el detective es el propio espectador. En estas historias lo más importante no debe ser nunca el propio personaje, sino lo que el público descubra a través de él de la naturaleza humana, a menudo oscuro. De tal forma que esto se refleje sobre nosotros mismos. Desde Ciudadano Kane (1941) a JFK (1941), podemos encontrar innumerables ejemplos que rozan desde el cine negro al el drama social. 

Fotograma de Ciudadano Kane (1941), dirigida por Orson Welles.

8. El triunfo del tonto 


Tan solo hace falta un protagonista que se muestre como un perdedor, con el que, por razones humanas, todos nos sentiremos identificados, y al que el resto de los personajes subestimen y una institución contra la que debe luchar. Con esta receta podemos catalogar a las primeras películas de Chaplin o Buster Keaton o a Forrest Gump (1994). Además debe haber siempre un personaje (pensemos en el teniente Dan en la película de Zemeckis) que trate de ponerle trabas. Sin embargo, el tonto siempre vence al poderoso, ya sea la Casa Blanca (Dave, presidente por un día, 1993) o el mundo de los negocios (Un loco anda suelto, 1979), lo que nos permite esperanzarnos.

Tom Hanks and Sally Field in Forrest Gump (1994)
Fotograma de Forrest Gump (1994), dirigida por Robert Zemeckis. 

9. Soy un interno


Otro caso fácil de entender. En esta ocasión tenemos a una familia o un grupo de personas, del tipo que sea y en general con una dinámica autodestructiva, y a un personaje dentro de ella con cierta disidencia. El ejemplo más evidente es El Padrino (1972), en la que Al Pacino se enfrenta a las ventajas y desventajas de pertenecer a la familia Corleone.  Versando sobre el sentido de pertenencia y la lealtad a un grupo sobre nosotros mismos, este tipo de films se reducen a una máxima, generalmente dolorosa, ¿quién está más loco, ellos o yo? Esto puede verse en la cara de Michael Corleone al final de El Padrino II (1974), en American Beauty (1999) o, en clave cómica, en Desmadre a la americana (1979). 

Fotograma de El Padrino II (1974), dirigida por Francis Ford Coppola.

10. Superhéroes 


El trasunto, tenebroso o no, de Un tipo con un problema, se manifiesta en las películas de superhéroes. Pero, mucho cuidado, para ser un superhéroe no hace falta andar por ahí con una capa y un traje ajustado o una armadura peligrosamente ineficaz y atractiva. En esta categoría también incluimos a personajes, que, por un motivo u otro, son superiores al mundo que les rodea, ya sea Frankenstein, o Russell Crowe en Una mente maravillosa (2001). Todos ellos son, al fin y al cabo, unos incomprendidos, como nos hemos sentido todos en algún momento, con los que, hasta cierto punto, podemos identificarnos. 

Russell Crowe in A Beautiful Mind (2001)
Fotograma de Una mente maravillosa (2001), dirigida por Ron Howard. 



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