La no ficción no existe.


Cuando nos enfrentamos a un producto audiovisual de cualquier tipo podemos realizar distintas clasificaciones. En primera instancia, según su duración, pueden ser: Micrometrajes (menos de tres minutos); cortometrajes (en torno a los diez minutos), normalmente empleados a modo de carta de presentación, como medio de aprendizaje para realizadores principiantes y no remunerados; Mediometrajes (a partir de la media hora), generalmente comunes en plataformas televisivas, ya que su distribución en salas se antoja casi imposible por su formato, muy largo para proyectarse antes de una cinta y muy corto para cobrar una entrada, aunque sí es muy común verlos exhibidos en festivales; y largometrajes (a partir de los sesenta minutos), los más factibles comercialmente. Pueden consultar esto en detalle en este artículo sobre la cuestión.

Así mismo podemos realizar una distinción haciendo referencia al target (audiencia, si lo prefieren) al que van dirigidos: adolescente, adulto, infantil… Sin embargo, la más interesante resulta siempre la diferenciación por géneros. Parafraseando a Richard T. Jameson (1994, pág IX), género es la idea que se encuentra detrás de toda película y toda percepción que podamos tener sobre ella. Basta con nombrar uno de los grandes géneros clásicos y hasta el espectador más ocasional tendrá una imagen mental, mitad visual mitad conceptual, de este. Esta clasificación parece verse necesariamente evocada a una ramificación entre ficción y no ficción

La ficción trata temas, historias, ficticios, es decir, que pertenecen al imaginario y nacen en la mente de su autor y no en la realidad, aunque bien puedan basarse en ella. Una película histórica, por ejemplo, la recientemente estrenada Mientras dure la guerra (2019) de Amenábar, aunque se base en la realidad (en este caso en el alzamiento del bando nacional en la guerra civil) y cuente hechos que realmente han acontecido, no deja de ser una pieza de ficción. Pues emplea situaciones y personajes con una función expresiva y sin ceñirse fielmente a la realidad, adoptando un tratamiento subjetivo.


Ryan Reynolds y Rodrigo Cortés en Buried (2010)

Lo que por otro lado, es inevitable e inherente al séptimo arte, así como lo es a los otros seis y a los que siguen. Desde el emplazamiento de cámara que escojamos, hasta el uso de la luz, determinara una visión singular, aportando al espectador una información u otra. Si montas un plano contrapicado de un personaje, estarás engrandeciéndole, mientras que si, por el contrario, montas un plano picado estarás representándole más débil, más pequeño. Esta última cuestión pone a debate si realmente existe el género documental. Muchos cineastas, como Rodrigo Cortés, autor del falso documental 15 días (2000), ponen en discusión que exista la posibilidad efectiva de  reflejar algo real u objetivo en cine. Desde el momento en el que uno está ahí con su cámara, aunque sea como documentalista, que pretende ser honestamente aséptico, influye en aquello que registra y desde el momento en el que haces un primer plano y no un plano general, o al revés, opinas y viertes tu propia opinión. Todo es manipulación y por lo tanto todo es ficción.

¿Podemos decir realmente que una obra de arte es en algún caso una fuente objetiva? Creo que con la pintura nos resultaría más difícil discutirlo. Cualquiera es capaz de comprender que no hay nada de imparcial en un cuadro de Goya. Y no hace falta irse al extremo de sus pinturas negras. Por muy real que sea lo que representa, Los fusilamientos del tres de mayo​ posee indudablemente un carácter subjetivo. Personal. La misma escena plasmada por cualquier otro pintor tendría connotaciones distintas. Porque Goya no es otro sino Goya y las circunstancias personales e intransferibles que le llevaron a escoger el tratamiento que escogió no pueden entenderse como algo racional. Por ahí corren muchos críticos y demás caracteres con oficios bárbaros y sombreros de copa tratando de hacer lo imposible, racionalizar obras artísticas, emociones, sentimientos. ¿Por qué tanta objeción en explicar lo que no puede explicarse?


Los fusilamiento de Maximiliano (1867) de Édouard Manet. Obra fuertemente influida por el lienzo de Goya compositivamente.

Con las fotografías, que es en definitiva lo que es el cine, fotografías en movimiento, parece más complejo asimilarlo. Como las lentes de una cámara reflejan con una precisión casi milimétrica la realidad, cometemos el error de no diferenciar el objeto de su réplica. Y olvidar la sensibilidad del fotógrafo. Olvidar que él también ha sufrido circunstancias personales e intransferibles que le han llevado a él y no a otro a fotografiar algo desde un punto concreto. Aún sin ser consciente de ello está creando una obra subjetiva, vertiendo su opinión sobre ella. Y si colocamos una cámara sobre un trípode con un temporizador y la abandonamos dejando que el azar de los frutos que considere oportunos, esa fotografía estará respondiendo a una decisión personal del mismo modo. Sartre ya nos alertó sobre nuestra condición. Estamos condenados a ser libres. Estamos, por tanto, condenados a la subjetividad.

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