Los Premios Fugaz 2019 y el cortometraje


El término cortometraje parece ser entendido con facilidad por cualquier persona propia o ajena a la industria del audiovisual. Sin embargo, su verdadera importancia se ve muchas veces eclipsada y no acostumbra a ser una figura valorada mediáticamente.

Foto de todos los nominados en la gala de la tercera edición de Los Premios Fugaz.

Cayendo habitualmente en confusiones de terminología cinematográfica y pese a que el término  parece ser familiar para todos, a menudo me preguntan qué es y qué no es un cortometraje. La respuesta academicista y digna de salir en un libro de texto ―aunque ya hablaremos en otra ocasión de la cantidad de incongruencias y sandeces que se enseñan en las aulas― no podría ser más simple.


―Es simplemente toda producción audiovisual que dura menos de 30 minutos  ―Acortaría yo, probablemente con cierta pedantería.


Etimológicamente podríamos describir tanto cortometraje, como mediometraje o largometraje, como palabras compuestas que comparten el lexema metraje, el cual nos hace retroceder a tiempos en los que las cintas filmadas en 35mm se medían en metros (pies, si se prefiere) y fotogramas. De tal forma que, en las primeras producciones, 16 fotogramas proyectaban 1 segundo. Si bien es cierto que, para cuando hubiéramos añadido esta explicación a la anterior, la mayor parte de los que inicialmente mostraron cierto interés lo habrían perdido y centrado su atención en el tráiler de las tres nuevas películas de superhéroes  que se hubieran anunciado durante mi exposición.


Sería, no obstante, un vago error limitar la definición de cortometraje a esto. Volviendo de nuevo a tiempos remotos ―tecleemos, por ejemplo, en los circuitos temporales de nuestro Delorean el 13 de febrero de 1895―  en los que una recién nacida cinematografía hacía sus primeros pasos con cintas del género más destacado (y por otro lado el único) de la época, el documental. Estas películas eran por definición cortometrajes, como lo serían durante los años posteriores films de George Melies o, la gran olvidada de la historia del cine, Alice Guy, por el simple motivo de que no existía el soporte necesario para registrar más película. Aunque no se tardaría mucho en prolongar la duración de los documentales ―ya en 1897 se le atribuye a The Corbett-Fitzsimmons Fight el crédito del primer largometraje de la historia, del que sólo conservamos alrededor de una cuarta parte― es preciso señalar el predominio, más generalmente por razones económicas y de distribución, del cortometraje en los comienzos del cine.


Haciendo ahora una elipsis a un tiempo incierto, en el que el cine se ha convertido en un auténtico fenómeno de masas que arrastra diariamente a millones de personas a las salas (o a los menús de Netflix), el cortometraje parece haber sido relegado a un segundo puesto. Al papel del eterno “hermano menor”, que esconde una frivolidad y una falta de juicio. Resulta prácticamente imposible para el espectador medio acceder a contenidos del formato. Y las pocas plataformas que ofrecen el servicio, como Filmin, lo hacen a contra corriente.


En años de juventud, en los que el tiempo apremia por coger una cámara y filmar, el formato corto se hace habitual en los estudiantes, cuyas ganas de hacer cine son siempre superiores a sus medios. Grandes cineastas ahora consolidados y cuyos nombres figuran en libros de historia, dieron también sus primeros pasos a través de cortometrajes. Martin Scorsese con el aclamado The Big Shave (1967); Tim Burton con Vincent (1982), en el que no sólo declaraba su amor por Vincent Price sino también por la técnica del stop motion; Orson Welles con The Hearts of Age (1934), protagonizado por él mismo y su esposa; o, sin irnos más lejos, Nacho Vigalondo con el nominado al Oscar 7:35 de la mañana (2003).
Pero no debemos limitar su función a la de un trampolín para llegar a hacer un largometraje. El propio formato de duración puede ofrecernos además esquemas narrativos exclusivos. Es tan relevante esto que muchos cineastas, cortometrajistas, eligen en ocasiones dedicarse a proyectos de menor duración si la historia lo precisa. Es el caso, por ejemplo, del nominado al Óscar, Madre (2017) del director  Rodrigo Sorogoyen. O el de Javier Fesser o Daniel Sánchez Arévalo ―en sus palabras, “puedes ir de un lado a otro y siempre contar historias. El corto me ha hecho ser lo que soy”― quienes han seguido cultivando el formato con ilusión antes y después de haber saltado al mundo del largo.


Daniel Sánchez Arévalo y Eduardo Casanova en Los Premios Fugaz 2019. 

Ante la pasividad de entregas de galardones que limitan a la categoría de mejor cortometraje a todos los departamentos que colaboran en la realización de un corto, este fin de semana se ha celebrado ―con una participación desbordante y en directo desde una de las salas más grandes de Europa―  la gala de la tercera edición de Los Premios Fugaz, premiando a todos los papeles involucrados en el proceso creativo. Desde la dirección, que premió a Iago De Soto, por La Guardia, pasando por la fotografía, donde triunfó Bailaora, que también fue galardonado en la categoría a mejor sonido. Sin olvidar cortometrajes como el excéntrico Lo siento mi amor, de Eduardo Casanova, que se fue a casa con las estatuillas a mejor vestuario y maquillaje y peluquería. Del mismo modo, La noria consiguió hacerse con el premio a mejor banda sonora y cortometraje de animación

Iago de Soto, mejor dirección por La Guardia.

Sin embargo, el gran ganador de la noche resultó ser Background, premiado en mejor montaje y en el gran premio, a mejor cortometraje. Por otra parte, 2001, destellos en la oscuridad un homenaje a Stanley Kubrick, se impuso en la categoría de mejor cortometraje documental.

A falta de uno, se otorgaron dos premios de honor en la gala, para el director Daniel Sánchez Arévalo (Azul oscuro casi negro) y para la actriz Asunción Balaguer (Barcelona, nit d'hivern), cuya carrera abarca cientos de papeles en cine, televisión y teatro.


Algunos de los ganadores, formarán parte además del Festival Itinerante CortoEspaña, que este año celebra su décimo aniversario llevando obras a más de 100 municipios en nuestro país. A continuación el palmarés completo con todos los premiados.

Mejor corto: Background
Mejor director: Iago de Soto, por La guarida
Mejor guión: Marta Aledo, por Seattle
Mejor dirección novel: Cristina Marín y María José Marín, por Mi hermano Juan
Mejor dirección de producción: Violeta Tudela por Foreigner
Mejor dirección de fotografía: Alejandro Espadero por Bailaora
Mejor montaje: Toni Bestard, por Background
Mejor dirección de arte: Juan Eduardo Peso, por Ipdentical
Mejores efectos visuales: Oriol Tarrida, Marcos Díaz y Frankie de Leonardis, por Flotando
Mejor vestuario: Carlos Paredes y Renato Rufoni, por Lo siento mi amor
Mejor maquillaje y peluquería: Lolita Gómez, Selmo del Campo y David Ambit, por Lo siento mi amor
Mejor sonido: José Tomé, por Bailaora
Mejor banda sonora: Johan Söderqvist, por La noria
Mejor actor: Pedro Casablanc, por Uno
Mejor actriz: Laia Manzanares, por La Tierra llamando a Ana
Mejor cortometraje documental: 2001, destellos en la oscuridad
Mejor cortometraje de animación: La noria
Mejor largometraje: El reino

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