La monja y el nuevo terror.
Producida por uno de los más exitosos cineastas de género del mainstream actual, James Wan, creador de la historia original. El joven director de ascendencia malaya, obtuvo su primer taquillazo con Saw (2004), un film basado en su primer cortometraje, sin apenas presupuesto y rodado en condiciones prácticamente precarias. Las ahora once cintas de la saga que produjo a raíz de esta, le dio pie para dirigir varias cintas de género más hasta llegar a la primera entrega de Insidious, considerada para algunos como una de las mejores entregas de terror de los últimos tiempos.
Después de haber creado y tutelado dos de las sagas de sucesos sobrenaturales más aclamadas, Wan dirige Expediente Warren: The Conjuring (2013), lo que no tarda en traducirse en otro gigante de la industria, pasando anualmente por las salas con un título nuevo.

El guión presenta una historia más bien sencilla, con un personaje introducido con anterioridad en la segunda parte de Expediente Warren que no consigue trascender en nada de lo visto en su primera aparición. El desenlace se siente como una terrible pérdida de tiempo atando los cabos de un libreto cuadrado y que solo ofrece entretenimiento fugaz. Al salir de la saga habrá olvidado por completo un subtexto vacío y sin sentido.
No obstante encontramos una dirección, tanto actoral como artística, impecable. Hardy entiende a la perfección cómo generar ambientes de tensión antes de rendirse al habitual jumpscare. Hitchcock, considerado como uno de los padres del suspense, explicaba muy bien este aspecto. No debemos conformarnos con la sorpresa. Si tenemos dos personajes hablando y, sin ningún aviso previo, explota una bomba en la habitación, nos resultará sorprendente. En una película de terror, una criatura diabólica puede aparecer, con un sonido ensordecedor y un movimiento de cámara acelerado, sin embargo, el susto nos durará segundos y no germinará en absolutamente nada más. Ahora bien, si por el contrario, le enseñamos al espectador esta amenaza, convirtiéndole en cómplice, toda la escena hasta el desenlace se convertirá en un suplicio. Sabemos que el peligro es inminente, pero no podemos evitarlo.
En conclusión, Corin Hardy sabe muy bien cómo manejar el género y no cae fácilmente en screamers fáciles, siempre vigilado por James Wan. No obstante, la historia, sencilla y redundante la convierte en un metraje repetitivo, donde el espectador descubre por mero aburrimiento cuando será el próximo paso, resultando además tremendamente predecible.
Comentarios
Publicar un comentario
¡Gracias por tu apoyo!